sábado, 23 de marzo de 2013

A 37 del Golpe Genocida, algunas reflexiones sobre nuestro presente.

Cada 24 de marzo es una invitación a repensar la historia y el presente de la Argentina, pero sobre todo es un momento para reivindicar la lucha de todos los compañeros y compañeras que creían y veían que otro mundo, un alter-mundo no capitalista, no patriarcal, era posible. Hoy muchos de nosotros seguimos creyendo en eso, con menos evidencias, quizás, pero firmes en la convicción de que hay que terminar con los sistemas de opresión de las sociedades.

El kirchnerismo basa gran parte de su consenso social en un supuesto e incansable trabajo “por los derechos humanos”, pero sin embargo en Argentina día a día éstos son sistemáticamente violados. Más que tratarse de una “mentira de este gobierno”, entendemos que esta contradicción es una limitación propia de (e inherente a) todas las democracias burguesas. De todos modos, el uso que se le da a los DD HH por parte de este gobierno merece un esfuerzo de análisis particular.

Durante los últimos 10 años se ha revalorizado desde el gobierno la lucha incansable que desde el campo popular se dio por la memoria, verdad y justicia ante los horrores ocurridos durante la última dictadura militar. Con una serie de políticas tendientes a juzgar a algunos de los responsables, principalmente político-militares, de las desapariciones, torturas, muertes y apropiaciones ocurridas durante el gobierno de facto, el gobierno kirchnerista ha logrado ganarse el apoyo de muchos de los luchadores históricos por estas causas, y se (auto)proclamó “el gobierno de los derechos humanos”.

Se hace referencia constante al pasado: hoy luchamos por el juicio y castigo de los represores de ayer. Pero actualmente, quienes se llenan la boca hablando de los Derechos Humanos parecen olvidar que este modelo político-económico se apoya en las reglas neoliberales, aquellas que se sustentan en los mismos poderes corporativos en los que se sustentó la dictadura, que se profundizan con, por ejemplo, las políticas de uso y apropiación de los bienes comunes, como podemos ver con los emprendimientos megamineros en la mayoría de las provincias de la Cordillera. Olvidan que el “modelo nacional y popular” también es minero y sojero. Que los intereses de las empresas trasnacionales no fueron siquiera lastimados en los últimos años.

Pensamos que la memoria que le debemos a los desaparecidos no es recordarlos sólo como las víctimas del terrorismo de estado, reclamando juicio a sus torturadores o pegando las fotos con sus caras. Los desaparecidos fueron militantes activos que trabajaban para la transformación de las condiciones materiales de vida, es decir, un cambio radical, revolucionario, y por eso los desaparecieron. Intentar resignificar las historias de los desaparecidos y el motivo por el que los desaparecieran, es decir, su contenido político verdadero, es otra forma de desaparecerlos, de apartar de la escena las convicciones por las que dejaron la vida tantos compañeros. El mejor homenaje posible es mostrar que no sólo sus ideas siguen presentes, sino que también hoy hay gente dispuesta a salir a la calle para luchar como ellos.

Hoy la situación es muy diferente a la de 35 años atrás, y las caras de los desaparecidos y asesinados por el Estado cambian, pero siguen siendo los pibes en los barrios y los luchadores sociales. Los números sobre las víctimas de gatillo fácil son alarmantes, y una vez más, estos asesinatos son de carácter “preventivo” y en su mayoría sigue un perfil de varones jóvenes y pobres. Nada se ha hecho hasta ahora para defender los Derechos de éstos Humanos: el aparato represor estatal, personificado principalmente en la policía, se lleva una vida cada 28 horas. ¿Y por qué no se habla de esto en los extensos discursos oficiales por los Derechos Humanos? ¿Será porque este gobierno carga sobre sus espaldas, según el archivo de 2012 presentado por CORREPI, cerca de 2274 asesinatos?

El discurso oficialista proclama “la vuelta de la juventud a la política” (juventud que no es la asesinada por el gatillo fácil), “la vuelta de la política a nuestras vidas”, pero ¿qué sucede con los luchadores populares que son criminalizados y enjuiciados por ejercer sus derechos a protestar?, ¿qué sucede con los asesinatos de los cuales fuimos testigos en los últimos meses, cuando la gente cansada fue a tomar lo que le correspondía?, ¿por qué no podemos hablar de la represión que sufren compañeros de todo el país cuando salen a reclamar? Si un gobierno puede jactarse de ser responsable de la no represión de la protesta social, ¿no debería responsabilizarse de las muertes causadas por esa represión que aparentemente “ya no existe”? 

¡En democracia desaparecen personas! Y al igual que durante la dictadura, el miedo y el silencio, pero también los mecanismos estatales de consenso y hegemonía, ocultan esta verdad urgente. No podemos seguir mirando para otro lado. Quienes niegan estos asesinatos, torturas y desapariciones son cómplices. Quien pide paciencia a las víctimas de gatillo fácil, a los desposeídos que salen a protestar y a las mujeres desaparecidas por redes de trata en nombre de “el modelo” es responsable.

Debemos repensar qué significan hoy los Derechos Humanos. La lucha por el juicio y castigo a los responsables de la dictadura es una realidad de este gobierno y un gran avance sobre lo que era materia pendiente en nuestra sociedad. Pero la vivienda digna, la educación y salud de calidad, una sexualidad libre y respetada, una identidad propia, entre otros, también son (o deberían ser) derechos insoslayables de toda la sociedad. Es necesario luchar para ampliar el imaginario de lo que significa "respetar los derechos humanos", lo que implica un trabajo crítico de intercambio de ideas y debate entre todos.

Por todos los desaparecidos, en dictadura y en democracia, que este 24 de Marzo no podrá asistir a la “fiesta” de los Derechos Humanos, ¡seguimos en la lucha!

CONCENTRAMOS A LAS 15:30 HS EN RIVADAVIA Y CALLAO.

GEOIDE EN REVOLUCIÓN